-Hola.
-¿Te conozco?
-Deberías conocerme.
-¿Te conozco?
-Deberías conocerme.
-¿Quién eres tú?
-¿No te recuerdo a nadie?
-¿Qué quién eres tú?
-Soy la misma que tú, la diferencia está en que yo ya me he hecho mayor.
-¿Qué? ¡Es totalmente imposible!
-No, no es imposible. Hay que ser un poco cerrada de mente, me tienes delante y aún así me dices que es imposible. ¿Es que no me ves?
-Sí, sí, te veo te veo pero, ¿cómo es posible que seas yo misma? No me van esas paranoias del futuro, eso sólo sale en los anuncios.
-Sí, sí, te veo te veo pero, ¿cómo es posible que seas yo misma? No me van esas paranoias del futuro, eso sólo sale en los anuncios.
-Tengo 44 años, y no, no tengo respuesta para todo, para la explicación de cómo he llegado aquí no tengo respuesta, tampoco tengo para la explicación de por qué estamos ahora mismo sentadas juntas cara a cara, siendo las mismas personas.
-Espera, espera, tiempo muerto, ¿así voy a ser yo cuando tenga 44 años? Entonces prefiero vivir toda mi vida siendo una adolescente.
-¡No seas tonta!
-Bueno, ya que te tengo aquí, cuéntame cómo me ha ido la vida.
-Ha sido una vida tranquila, relajada, pero de vez en cuando con algún que otro movimiento.
-No me dejes así, cuéntame más.
-Aunque te sigue gustando el balonmano lo tuviste que dejar por una lesión importante y grave, y con esto también la danza.
-¡No me digas eso!, dime que podré cambiarlo.
-El futuro es imposible cambiarlo, y ahora me temo que me tengo que ir.
-No, por favor, no te vayas.
-No puedo quedarme.
-¿Te volveré a ver?
-Lo dudo.
-En qué momento habremos coincidido…